Debería haber una oficina de sentimientos no queridos. Allí iríamos a dejar, de a uno por vez para no apabullar a la recepcionista, todo eso que sentimos que ya no queremos más.
Los días domingos, por la alta afluencia de dejadores, surgirían intercambios entre alguien que va a dejar un amor y otro dice "No lo guardés, me lo llevo", o uno que va a dejar una pena grande y se lleva una chiquita que puede manejar. Los de sentimientos oscuros se llevarían de regalo un chupetín rojo. Y los desamorados, un globo amarillo.
Sería tristemente hermoso.
1 comentario:
Lectura agridulce.
¡Salú!
Lucía
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